Por: Mtra. Luisa Susana Domínguez Heredia

Coordinadora Académica CESIGUE

El Covid 19 nos tomó por sorpresa a todos, a los países, a las familias y a los individuos.

Y no podemos negar que nos plantea un escenario complejo, complicado y en muchos casos con tintes de desastres a todos niveles.

Como cualquier crisis, ésta nos genera angustia, irritabilidad, estados emocionales, en general, alterados, y nos muestra en realidad cuál es la capacidad o condiciones que como personas o sociedades tenemos para enfrentarlo.

Nuestra vida cotidiana se ha modificado enormemente con el confinamiento, el primer desafío y tal vez el más urgente para muchos, es cómo resolver el problema económico si nuestros ingresos dependen del salir cotidianamente, o si no contamos con un trabajo estable. A este primer desafío se suma otros que tiene que ver con nuestras relaciones de convivencia en la familia y con nuestra propia salud mental.

En este sentido, el confinamiento voluntario para los que puede sobrellevarlo, implica una revolución en el hogar, primero, en la noción de tiempo, reorganizar los horarios y tareas individuales y colectivas, ¿cómo hacer compatible el tiempo que requiero para mí, para mi trabajo con las actividades escolares y de “entretenimiento” de los niños y las del hogar? Esto implica un reacomodar la vida en un lapso de tiempo menor, hacer que el tiempo rinda, o incluso, dejar de hacer muchas cosas para reinventarnos una nueva rutina cotidiana desde el encierro.

Ahora ¿Qué tan rápido podemos hacer esta nueva tarea, de reinventarnos una nueva rutina o readecuar la que tenemos? ¿Con qué recursos emocionales cuento para las negociaciones y acuerdos con la familia para esta tarea? ¿Cuál es la disposición y el clima emocional en la familia para que ésta dinámica fluya? De las respuestas a estas preguntas se podrá ver que tan difícil será sobrellevar esta pandemia.

Desde el punto de vista psicológico, las crisis son desequilibrios orgánicos subjetivos que requieren atender a una nueva necesidad o resolver un problema y en un sentido positivo, deberían llevar al aprendizaje y a generar e implementar nuestros recursos para subsistir y llevar al restablecimiento del equilibrio perdido; si los sabemos llevar, si sabemos sacar el lado bueno del malo, si tomamos los recursos personales que hemos desarrollado a lo largo de la vida podríamos encontrar lo mejor de nosotros y revalorar muchas cosas que en la rapidez de la vida diaria hemos perdido de vista.

Lo ideal es ver esta pausa “activa” como una oportunidad para reflexionar, hábito que hemos perdido, así como para vivir la experiencia de manera distinta, para estar con nosotros y nuestras emociones, para observar el sentir de nuestros hijos, para retomar nuevos hábitos de comunicación como familia e incluso rescatar actitudes como la solidaridad, la cooperación y la preocupación bien común.

Si tenemos las condiciones económicas para darnos esta oportunidad es importante pensar que tanto estamos dispuestos, y podemos repensar y reflexionar sobre esta situación adversa y convertirla en oportunidad de aprendizaje familiar. Creo que vale la pena llevarlo a cabo.